Según la Declaración de Derechos Humanos, que asiste a las diversas constituciones nacionales, toda persona tiene derecho, entre otras muchas cosas, a una vivienda digna. Este derecho, que puede ser tan abstracto como los de expresión, voto y demás, ha quedado empañado por la cruda realidad de un sistema que convierte la vivienda en un bien de mercado. Cuando el precio de la vivienda es controlado por bancos y especuladores, subiéndolo a merced de la alta demanda que hay para entrar a vivir a una casa, muchos se quedan sin posibilidades de poder encontrar una vivienda digna. La situación está siendo complicada en muchos países donde los jóvenes no pueden aspirar a comprar una casa. El alquiler, que era una opción bastante habitual en muchos casos, se ha convertido también en un problema, por la misma subida de precios. Cada vez hay más gente que quiere vivir en las ciudades, pero no hay sitio para ellos… o eso parece.
La solución, para muchos, ha sido acabar en barrios del extrarradio, allí donde las fuerzas de la ley parecen no querer intervenir, y crear asentamientos improvisados en los que se hacinan familias enteras. Este proceso, conocido como chabolismo, se lleva a cabo en prácticamente todos los países del mundo, especialmente en las zonas más humildes de las grandes ciudades y capitales. Personas de diferentes etnias, pero que tienen en común su origen de clase baja, se hacen con el control de un terreno, y allí construyen ellos mismos su chabola. La mayoría de estos asentamientos están, por tanto, fuera de la ley, y las “viviendas” que allí se levantan ni siquiera tienen abastecimiento de luz y agua. Las condiciones en las que viven estas personas son, por tanto, bastante indignas. Y si bien hay lugares, como el sur de España, donde parece que los propios chabolistas desean permanecer con esa forma de vida, en la mayoría de casos las personas que viven en chabolas lo hacen por no tener más remedio.
Qué es el chabolismo
El chabolismo es un fenómeno social desarrollado en las últimas décadas, con la aparición de asentamientos ilegales especialmente en el extrarradio de las ciudades. En estos lugares, donde el suelo suele ser público, se asientan las clases más humildes y bajas de la sociedad, incapaces de adquirir una vivienda o si quiera alquilarla. En estos lugares se levantan las chabolas, pequeños hogares que son construidos con materiales sobrantes de obra, madera o uralita. Las condiciones en este tipo de barrios son totalmente indignas, y abunda la suciedad y las enfermedades infecciosas, algo que se ha podido comprobar con la reciente pandemia del Covid-19. El chabolismo puede considerarse una forma de vida, aunque en realidad deviene de un problema estructural de nuestra sociedad, que tienda a marginar a ciertas personas.
Tipos de chabolas
La definición de chabola, como su distinción en diferentes tipos, es bastante compleja y difusa. De hecho, se puede considerar chabola a cualquier alojamiento que ha sido levantado con materiales poco resistentes, sin cimientos, sin el apropiado estudio del terreno, y de forma improvisada. Las chabolas podrían clasificarse por sus materiales de “construcción”, pero en la mayoría de ellas encontramos materiales muy distintos que se acoplan entre sí. Desde la madera a la uralita, pasando por los tablones o el yeso. Las dimensiones de una chabola suelen ser muy reducidas, y contar tan solo con uno o dos espacios. En la mayoría de los asentamientos chabolistas no hay suministro de luz y agua, aunque algunos obtienen electricidad al “engancharse” ilegalmente al suministro público, en las farolas, por ejemplo.
También se podría intentar clasificar este tipo de asentamientos según el lugar que ocupan en las ciudades. Por ejemplo, es cierto que la mayoría de barrios chabolistas están a las afueras, en zonas menos transitadas de la ciudad, barrios usualmente pobres y humildes. Sin embargo, en muchas ciudades también encontramos chabolas en el centro, en pequeños descampados, en parques e incluso en lugares donde antes se levantaban viviendas. Este tipo de chabolas suelen ser más independientes, al no estar dentro de un barrio con muchas otras. Su función, sin embargo, es la misma, y la calidad de los materiales tampoco es superior. Esto solo hace que las chabolas estén más diseminadas por toda la ciudad, aunque el interés por acabar con ellas en las zonas más céntricas o turísticas sí sea mayor. Dan “mala imagen”, y por eso mejor dejarlas a las afueras, donde los gobernantes se lavan las manos.
¿Un reflejo de pobreza?
El chabolismo es, sin lugar a dudas, una muestra del fracaso de nuestra sociedad, incapaz de conseguir que todo el mundo pueda disfrutar de un trabajo y una vivienda en condiciones dignas. Salvando los pocos casos en los que los chabolistas llevan esta vida por decisión propia, la mayoría de personas que están en esta situación no tienen más remedio que vivir así. Han nacido normalmente en barrios como ese, humildes, y cuentan con poca o nula preparación laboral. En muchos casos, estos barrios acaban siendo guetos en los que residen los marginados, las personas que no han podido encontrar su sitio en la ciudad. La criminalidad, las drogas y la pobreza suelen ser, por desgracia, factores comunes en estos asentamientos.
Chabolismo en Guatemala
Nuestro país tampoco se libra de tener esta indigna representación de la pobreza en las afueras de sus ciudades. Guatemala no es un país especialmente rico, y las diversas crisis, tanto económicas como sanitarias, que hemos sufrido en los últimos tiempos, han dejado una situación desoladora. Esto ha provocado que muchas familias pierdan su sustento y se vean abocadas a vivir en estas indignas condiciones. Podemos comprobarlo en las afueras de Ciudad de Guatemala, la capital del país, pero también en otras ciudades más pequeñas. Los barrios de chabolas son un horizonte típico en los suburbios guatemaltecos, y por desgracia, la delincuencia campa a sus anchas en ellos. Situaciones complejas de revertir y superar, sobre todo si los gobernantes no son capaces de tomar cartas en el asunto de manera definitiva.